La ideología de género

Desde hace ya unos años se venía difundiendo el concepto de género, que vendría a sustituir al sexo. Según esta “nueva perspectiva” el término género se referiría a una serie de “roles socialmente construidos”. La IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, realizada en septiembre de 1995 en Pekín, fue el escenario elegido por los promotores de la nueva perspectiva para lanzar una fuerte campaña de persuasión y difusión. Es por ello que desde dicha cumbre la “perspectiva de género” ha venido filtrándose en diferentes ámbitos no sólo de los países industrializados, sino además de los países en vías de desarrollo.
El género se refiere pues a las relaciones entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo. Cuando los países católicos y la Santa Sede solicitaron una mayor explicitación del término, la exdiputada del Congreso de los Estados Unidos, Bella Abzug, intervino para completar la interpretación del término:

“El sentido del término género ha evolucionado, diferenciándose de la palabra sexo para expresar la realidad de que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio”.


Quedaba claro pues que los partidarios de la perspectiva de género proponían algo mucho más temerario como por ejemplo que “no existe un hombre natural o una mujer natural, que no hay conjunción de características o de una conducta exclusiva de un solo sexo, ni siquiera en la vida psíquica”. Así, “la inexistencia de una esencia femenina o masculina nos permite rechazar la supuesta superioridad de uno u otro sexo, y cuestionar en lo posible si existe una forma natural de sexualidad humana”.

1. La ideología de género
1.1. Claves para entender la ideología de qénero
1.2. La ideología de género: Sus peligros y alcances

2. Principales ideológas
2.1. Simone de Beauvoir
2.2. Germaine Greer
2.3. Kate Millet
2.4. Shulamith Firestone
2.5. Michael Foucault
2.6. Margaret Mead

3. La segunda revolución sexual
3.1. Bioética, mujer y perspectiva de género

4. La deconstrucción de la familia
4.1. El feminismo, ¿destruye la familia?

5. La perspectiva de género

5. El rol masculino ante los nuevos cambios sociales
6. Feminidad y género. Perspectiva bioética.
7. Feminismo y derechos de la mujer.
8. La ideología de género: exposición y crítica.
9. La filosofía del género.
10. Ideología de género: Primer blanco, la Familia
11. Persona femenina, persona masculina.
12. Habitar funciones humanas de la feminidad y masculinidad.
13. La lente marxista del feminismo de género
14. Sexo y género: La naturaleza de la personalidad humana, en el centro de la batalla ideológica.
15. Igualdad y diferencia.
16. La ideología del género
17. Cultura Gay e ideología de género.
18. Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el Mundo
19. ¿Qué es la "perspectiva de género"?

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1. La ideología de género

El término inglés gender apareció hace unos años en la literatura dedicada a las relaciones entre hombre y mujer. Traducido al español como género sería más fácilmente comprensible si se tradujese como “sexo”. El discurso sobre el género niega importancia a la diferencia genital entre hombre y mujer.
Si tuviéramos que resumir la ideología del género en una sola frase, convendría recoger de nuevo la famosa frase de Simone de Beauvoir: “La mujer no nace: se hace” [1].

Una nueva versión de la lucha de clases

Los textos dedicados al género analizan los papeles y responsabilidades atribuidas al hombre y la mujer en el contexto de nuestra sociedad, como si fueran expectativas de ciertas características, aptitudes y comportamientos probables de cada uno de ellos (la feminidad y la masculinidad). Estos papeles y expectativas serían distintos en el tiempo y según las organizaciones económicas y sociales.
La ideología del género recoge la interpretación de Friedrich Engels al concepto de lucha de clases. En su libro El origen de la familia, Engels relata la historia de la mujer: una historia que depende esencialmente de la de la técnica. La aparición de la propiedad privada convierte al hombre en propietario de la mujer. En la familia patriarcal fundada sobre la propiedad privada, la mujer se ve explotada y oprimida por el hombre. El proletariado y las mujeres se convierten, así, en dos clases oprimidas. La liberación de la mujer pasa, pues, por la destrucción de la familia y la entrada de todas las mujeres en el mundo del trabajo. Una vez “liberada” del yugo marital y de la carga de la maternidad, la mujer podrá ocupar su lugar en una sociedad de producción. Simone de Beauvoir nos da una visión de esto:

“Es fácil imaginar un mundo en que hombres y mujeres sean iguales, pues es exactamente lo que había prometido la revolución soviética: las mujeres, educadas y formadas exactamente como los hombres, trabajarían en las mismas condiciones y con los mismos salarios; la libertad erótica sería admitida por las costumbres, pero el acto sexual ya no sería considerado como un “servicio” que se remunera; la mujer estaría obligada a asegurarse otro modo de ganarse la vida; el matrimonio se fundaría en un libre compromiso al que los esposos podrían poner término cuando quisieran; la maternidad sería libre, es decir, se autorizaría el control de la natalidad y el aborto, que por su parte daría a todas las madres y sus hijos exactamente los mismos derechos, estén ellas casadas o no; las bajas por maternidad serían pagadas por la colectividad, que asumiría la carga de los niños, lo cual no significa que les serían retirados a sus padres, sino que no se les abandonaría”. [2]

Asimismo, inspirándose en el estructuralismo, la ideología del género considera que cada cultura produce sus propias normas de conducta y modela un tipo de mujer distinto. Según las sociedades, ciertas tareas serán tradicionalmente consideradas como “tareas femeninas” y otras como masculinas. Si se quiere “liberar” a la mujer de la imagen de madre en el hogar, educando a sus hijos y ocupándose de su marido, hay que proveerle de los medios necesarios: la anticoncepción y el aborto. Liberada de las responsabilidades del hogar y la familia, la mujer se podrá entregar a su papel de trabajadora, en igualdad con el hombre. Es así como afirman que las diferencias de papel entre hombre y mujer son de origen puramente histórico o cultural: el producto de una cultura en vías de extinción.
La mujer “desmaternizada”

En su libro dedicado al amor materno, Elisabeth Badinter defiende que el instinto materno es un mito. En cuanto al amor materno, en su opinión, no se puede dar por supuesto [3]. En algunas de sus páginas, la maternidad se presenta como el lugar de alienación y esclavitud femenina. Es tiempo, pues, de “desmaternizar” a la mujer, de abolir las diferencias de papel entre hombre y mujer, para llegar a una “cultura unisex”. La diferencia y la complementariedad se sustituyen por la semejanza entre los sexos. Aparece la androginia y se promueve la valoración de una supuesta bisexualidad original de todas las personas.
En esta nueva cultura, los papeles o funciones del hombre y la mujer serían perfectamente intercambiables [4]. A partir de entonces, la familia heterosexual y monógama, consecuencia natural del comportamiento heterosexual del hombre y la mujer, aparece como un caso de práctica sexual junto a muchos otros que se situarían en plano de igualdad con éste: la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad, el travestismo, las “familias” recompuestas”, las “familias” monoparentales masculinas o femeninas, y sólo quedarían las uniones pedofílicas o incluso incestuosas.
Como todas las uniones deben ponerse en plano de igualdad, la ley debería dar a todas ellas las mismas prerrogativas jurídicas que se reconocen a la familia tradicional.
La cultura anti-familia del género

La familia tradicional, heterosexual y monógama, se reduce a un modelo entre tantas otras uniones de carácter puramente contractual.
La familia tradicional comprende la institución del matrimonio: compromiso en el tiempo, deberes de fidelidad, convivencia, socorro y asistencia libremente consentidos. Del matrimonio surge naturalmente la filiación. El estado de filiación no se inventa; se instituye socialmente como origen o proveniencia de toda persona, de la que no se puede disponer: ni el sujeto tiene poder para decidir que deja de ser hijo o hija de sus padres, ni éstos son dueños del vínculo que, sin embargo, procede de su acto procreador. La institución familiar tradicional es, pues, el lugar donde las personas se comprometen a construir juntos una nueva comunidad, estable y abierta a la vida. La familia es lugar de solidaridad, interdependencia consentida y fidelidad.
La cultura anti-familia del género llama “familia” y equipara diferentes formas de unión que se fundan en contratos acordados entre individuos. Los vínculos que uno contrae con otro individuo serían entonces rescindibles en cualquier momento, si los términos dejan de convenirle, en el momento en que la supuesta bisexualidad original evolucione en uno u otro sentido. En cuanto a los hijos, si los hay, perderán esa familia –precaria desde su mismo origen- cuando las partes contratantes estimen tener interés en poner fin a ese contrato.
NOTAS[1].“Le deuxième sexe II. L’expérience vécue”, NRF, Ed. Gallimard 1949, pág.13[2]. Idem, pág.569[3]. Simone de Beauvoir ya había escrito: “(...) el amor materno no tiene nada de natural” (idem, pág. 339). Ver “L’amour en plus. Histoire de l’amour maternel (XVIIe-Xxe siècle), Elisabeth Badinter, Ed. Flammarion, Paris, 1980. [4]. Ver Safe Motherhood Initiatives: Critical issues, editado por Marge Berer y TK Sundari Ravindran, colección Reproductive Health Matters, Blackwell Science Ltd., Oxford 1999.

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2. La ideología de género: Sus peligros y alcances

Comisión ad - hoc de la mujer
Comisión Episcopal de Apostolado Laical
Conferencia Episcopal Peruana
(en base al informe "La desconstrucción de la mujer" de Dale O'Leary)

Presentación

Se ha estado oyendo durante estos últimos años la expresión "género" y muchos se imaginan que es solo otra manera de referirse a la división de la humanidad en dos sexos, pero detrás del uso de esta palabra se esconde toda una ideología que busca precisamente hacer salir el pensamiento de los seres humanos de esta estructura bipolar.
Los proponentes de esta ideología quieren afirmar que las diferencias entre el varón y la mujer, fuera de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija que haga a unos seres humanos varones y a otras mujeres. Piensan más bien que las diferencias de manera de pensar, obrar y valorarse a sí mismos son el producto de la cultura de un país y de una época determinados, que les asigna a cada grupo de personas una serie de características que se explican por las conveniencias de las estructuras sociales de dicha sociedad.
Quieren rebelarse contra esto y dejar a la libertad de cada cual el tipo de "género" al que quieren pertenecer, todos igualmente válidos. Esto hace que hombres y mujeres heterosexuales, los homosexuales y las lesbianas, y los bisexuales sean simplemente modos de comportamiento sexual producto de la elección de cada persona, libertad que todos los demás deben respetar.
No se necesita mucha reflexión para darse cuenta de lo revolucionaria que es esta posición, y de las consecuencias que tiene la negación de que haya una naturaleza dada a cada uno de los seres humanos por su capital genético. Se diluye la diferencia entre los sexos como algo convencionalmente atribuido por la sociedad, y cada uno puede "inventarse" a sí mismo.
Toda la moral queda librada a la decisión del individuo y desaparece la diferencia entre lo permitido y lo prohibido en esta materia. Las consecuencias religiosas son también obvias. Es conveniente que el público en general se dé clara cuenta de lo que todo esto significa, pues los proponentes de esta ideología usan sistemáticamente un lenguaje equívoco para poder infiltrarse más fácilmente en el ambiente, mientras habitúan a las personas a pensar como ellos. Este librito puede ayudar mucho en precisar conceptos y llamar a una toma de posición con respecto a la mencionada ideología.
Mons. Oscar Alzamora Revoredo, S.M.
Obispo Auxiliar de Lima Miembro de la CEAL
Lima, Abril 1998

La Ideología de Género: Sus Peligros y Alcances
Por Jutta Burggraf *

Es claro que para esta nueva "perspectiva de género", la realidad de la naturaleza incomoda, estorba, y por tanto, debe desaparecer. Esta perspectiva de género que se quiere imponer desde los organismos internacionales está en la misma línea contraria al orden natural como el antinatalismo.

"El género es una construcción cultural; por consiguiente no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo... Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino". (1)
Estas palabras que podrían parecer tomadas de un cuento de ciencia ficción que vaticina una seria pérdida de sentido común en el ser humano, no son otra cosa que un extracto del libro "Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity" (El Problema del Género: el Feminismo y la Subversión de la Identidad") de la feminista radical Judith Butler, que viene siendo utilizado desde hace varios años como libro de texto en diversos programas de estudios femeninos de prestigiosas universidades norteamericanas, en donde la perspectiva de género viene siendo ampliamente promovida.
Mientras muchos podrían seguir considerando el término 'género' como simplemente una forma cortés de decir 'sexo' para evitar el sentido secundario que 'sexo' tiene en inglés, y que por tanto 'género' se refiere a seres humanos masculinos y femeninos, existen otros que desde hace ya varios años han decidido difundir toda una "nueva perspectiva" del término. Esta perspectiva, para sorpresa de muchos, se refiere al término género como "roles socialmente construidos".
La IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, realizada en setiembre de 1995 en Pekín, fue el escenario elegido por los promotores de la nueva perspectiva para lanzar una fuerte campaña de persuasión y difusión. Es por ello que desde dicha cumbre la "perspectiva de género" ha venido filtrándose en diferentes ámbitos no sólo de los países industrializados, sino además de los países en vías de desarrollo.

Definición del término "género"

Precisamente en la cumbre de Pekín, muchos de los delegados participantes que ignoraban esta "nueva perspectiva" del término en cuestión, solicitaron a sus principales propulsores una definición clara que pudiera iluminar el debate. Así, la directiva de la conferencia de la ONU emitió la siguiente definición:

"El género se refiere a las relaciones entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo".

Esta definición creó confusión entre los delegados a la cumbre, principalmente entre los provenientes de países católicos y de la Santa Sede, quienes solicitaron una mayor explicitación del término ya que se presentía que éste podría encubrir una agenda inaceptable que incluyera la tolerancia de orientaciones e identidades homosexuales, entre otras cosas. Fue entonces que Bella Abzug, ex-diputada del Congreso de los Estados Unidos intervino para completar la novedosa interpretación del término "género":

"El sentido del término 'género' ha evolucionado, diferenciándose de la palabra 'sexo' para expresar la realidad de que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio".

Quedaba claro pues que los partidarios de la perspectiva de género proponían algo mucho más temerario como por ejemplo que "no existe un hombre natural o una mujer natural, que no hay conjunción de características o de una conducta exclusiva de un sólo sexo, ni siquiera en la vida psíquica" (2) . Así, "la inexistencia de una esencia femenina o masculina nos permite rechazar la supuesta 'superioridad' de uno u otro sexo, y cuestionar en lo posible si existe una forma 'natural' de sexualidad humana" (3) .
Ante tal situación, muchos delegados cuestionaron el término así como su inclusión en el documento. Sin embargo, la ex-diputada Abzug abogó férreamente en su favor:

"El concepto de 'género' está enclavado en el discurso social, político y legal contemporáneo. Ha sido integrado a la planificación conceptual, al lenguaje, los documentos y programas de los sistemas de las Naciones Unidas... los intentos actuales de varios Estados Miembros de borrar el término 'género' en la Plataforma de Acción y reemplazarlo por 'sexo' es una tentativa insultante y degradante de revocar los logros de las mujeres, de intimidarnos y de bloquear el progreso futuro".

El apasionamiento de Bella Abzug por incluir el término en Pekín llamó la atención de muchos delegados. Sin embargo, el asombro y desconcierto fue mayor luego que uno de los participantes difundiera algunos textos empleados por las feministas de género, profesoras de reconocidos Colleges y Universidades de los Estados Unidos. De acuerdo a la lista de lecturas obtenida por el delegado, las "feministas de género" defienden y difunden las siguientes definiciones:
- Hegemonía o hegemónico: Ideas o conceptos aceptados universalmente como naturales, pero que en realidad son construcciones sociales.
- Desconstrucción: La tarea de denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico (es decir aceptados universalmente como naturales), con el fin de persuadir a la gente para creer que sus percepciones de la realidad son construcciones sociales.
- Patriarcado, Patriarcal: Institucionalización del control masculino sobre la mujer, los hijos y la sociedad, que perpetúa la posición subordinada de la mujer.
- Perversidad polimorfa, sexualmente polimorfo: Los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas del sexo opuesto por naturaleza, sino más bien por un condicionamiento de la sociedad. Así, el deseo sexual puede dirigirse a cualquiera.
- Heterosexualidad obligatoria: Se fuerza a las personas a pensar que el mundo está dividido en dos sexos que se atraen sexualmente uno al otro.
- Preferencia u orientación sexual: Existen diversas formas de sexualidad -incluyendo homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y trasvestis- como equivalentes a la heterosexualidad.
- Homofobia: Temor a relaciones con personas del mismo sexo; personas prejuiciadas en contra de los homosexuales. (El término se basa en la noción de que el prejuicio contra los homosexuales tiene sus raíces en el ensalzamiento de las tendencias homosexuales).
Estas definiciones fueron tomadas del material obligatorio del curso "Re-imagen del Género" dictado en un prestigioso College norteamericano. Asimismo, las siguientes afirmaciones corresponden a la bibliografía obligatoria del mismo:

"La teoría feminista ya no puede darse el lujo simplemente de vocear una tolerancia del 'lesbianismo' como 'estilo alterno de vida' o hacer alusión de muestra a las lesbianas. Se ha retrasado demasiado una crítica feminista de la orientación heterosexual obligatoria de la mujer". (4)
"Una estrategia apropiada y viable del derecho al aborto es la de informar a toda mujer que la penetración heterosexual es una violación, sea cual fuere su experiencia subjetiva contraria." (5)

Las afirmaciones citadas podrían parecer suficientemente reveladoras sobre la peligrosa agenda de los promotores de esta "perspectiva". Sin embargo, existen aún otros postulados que las "feministas de género" propagan cada vez con mayor fuerza:
"Cada niño se asigna a una u otra categoría en base a la forma y tamaño de sus órganos genitales. Una vez hecha esta asignación nos convertimos en lo que la cultura piensa que cada uno es -femenina o masculino-. Aunque muchos crean que el hombre y la mujer son expresión natural de un plano genético, el género es producto de la cultura y el pensamiento humano, una construcción social que crea la 'verdadera naturaleza' de todo individuo." (6)

Es así que para las "feministas de género", éste "implica clase, y la clase presupone desigualdad. Luchar más bien por desconstruir el género llevará mucho más rápidamente a la meta" (7) .

El feminismo de género

Pero en qué consiste el "feminismo de género" y cuál es la diferencia con el comúnmente conocido feminismo. Para comprender más a profundidad el debate en torno al "término género", vale la pena responder a esta pregunta.
El término "feministas de género" fue acuñado en primer lugar por Christina Hoff Sommers en su libro "Who Stole Feminism?" ("¿Quién se robó el Feminismo?"), con el fin de distinguir el feminismo de ideología radical surgido hacia fines de los 60's, del anterior movimiento feminista de equidad.
Aquí las palabras de Hoff Sommers:

"El feminismo de equidad es sencillamente la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos. Una feminista de equidad quiere para la mujer lo que quiere para todos: tratamiento justo, ausencia de discriminación. Por el contrario, el feminismo del 'género' es una ideología que pretende abarcarlo todo, según la cual la mujer norteamericana está presa en un sistema patriarcal opresivo. La feminista de equidad opina que las cosas han mejorado mucho para la mujer; la feminista del 'género' a menudo piensa que han empeorado. Ven señales de patriarcado por dondequiera y piensan que la situación se pondrá peor. Pero esto carece de base en la realidad norteamericana. Las cosas nunca han estado mejores para la mujer que hoy conforma 55% del estudiantado universitario, mientras que la brecha salarial continúa cerrándose" (8) .

Al parecer, este "feminismo de género" tuvo una fuerte presencia en la Cumbre de Pekín. Así lo afirma Dale O'Leary, autora de numerosos ensayos sobre la mujer y participante en la Conferencia de Pekín, quien asegura que durante todas las jornadas de trabajo, aquellas mujeres que se identificaron como feministas abogaron persistentemente por incluir la "perspectiva del género" en el texto, por la definición de "género" como 'roles socialmente construidos' y por el uso de "género" en sustitución de 'mujer' o de masculino y femenino.
De hecho todas las personas familiarizadas con los objetivos del "feminismo de género", reconocieron inmediatamente la conexión entre la mencionada ideología y el borrador del "Programa de Acción" del 27 de febrero que incluía propuestas aparentemente inocentes y términos particularmente ambiguos.
Neo Marxismo

En palabras de Dale O'Leary, la teoría del "feminismo de género" se basa en una interpretación neo-marxista de la historia. Comienza con la afirmación de Marx, de que toda la historia es una lucha de clases, de opresor contra oprimido, en una batalla que se resolverá solo cuando los oprimidos se percaten de su situación, se alcen en revolución e impongan una dictadura de los oprimidos. La sociedad será totalmente reconstruida y emergerá la sociedad sin clases, libre de conflictos, que asegurará la paz y prosperidad utópicas para todos.
O'Leary agrega que Frederick Engels fue quien sentó las bases de la unión entre el marxismo y el feminismo. Para ello cita el libro "El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado", escrito por el pensador alemán en 1884 en el que señala:

"El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino" (9)

Según O'Leary, los marxistas clásicos creían que el sistema de clases desaparecería una vez que se eliminara la propiedad privada, se facilitara el divorcio, se aceptara la ilegitimidad, se forzara la entrada de la mujer al mercado laboral, se colocara a los niños en institutos de cuidado diario y se eliminara la religión. Sin embargo, para las "feministas de género", los marxistas fracasaron por concentrarse en soluciones económicas sin atacar directamente a la familia, que era la verdadera causa de las clases.
En ese sentido, la feminista Shulamith Firestone afirma la necesidad de destruir la diferencia de clases, más aún la diferencia de sexos:

"... asegurar la eliminación de las clases sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y se apodere del control de la reproducción; se restaure a la mujer la propiedad sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino de la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como todas las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de niños. Y así como la meta final de la revolución socialista era no sólo acabar con el privilegio de la clase económica, sino con la distinción misma entre clases económicas, la meta definitiva de la revolución feminista debe ser igualmente -a diferencia del primer movimiento feminista- no simplemente acabar con el privilegio masculino sino con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importarían culturalmente" (10)

Cuando la Naturaleza estorba

Es claro pues que para esta nueva "perspectiva de género", la realidad de la naturaleza incomoda, estorba, y por tanto, debe desaparecer. Al respecto, la propia Shulamith Firestone decía:

"Lo 'natural' no es necesariamente un valor 'humano'. La humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza; ya no podemos justificar la continuación de un sistema discriminatorio de clases por sexos sobre la base de sus orígenes en la Naturaleza. De hecho, por la sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de ella" (11)

Para los apasionados defensores del la "nueva perspectiva", no se deben hacer distinciones porque cualquier diferencia es sospechosa, mala, ofensiva. Dicen además que toda diferencia entre el hombre y la mujer es construcción social y por consiguiente tiene que ser cambiada. Buscan establecer una igualdad total entre hombre y mujer, sin considerar las naturales diferencias entre ambos, especialmente las diferencias sexuales; más aún, relativizan la noción de sexo de tal manera que, según ellos, no existirían dos sexos, sino más bien muchas "orientaciones sexuales".
Así, los mencionados promotores del "género" no han visto mejor opción que declararle la guerra a la naturaleza y a las opciones de la mujer. Según O'Leary, las "feministas de género" a menudo denigran el respeto por la mujer con la misma vehemencia con que atacan el irrespeto, porque para ellas el "enemigo" es la diferencia.
Sin embargo, es evidente que no toda diferencia es mala ni mucho menos irreal. Tanto el hombre como la mujer -creados a imagen y semejanza de Dios- tienen sus propias particularidades naturales que deben ser puestas al servicio del otro, para alcanzar un enriquecimiento mutuo. Esto, claro está, no significa que los recursos personales de la femineidad sean menores que los recursos de la masculinidad; simplemente significa que son diferentes.
En tal sentido, si aceptamos el hecho de que hombre y mujer son diferentes, una diferencia estadística entre hombres y mujeres que participen en una actividad en particular, podría ser más que una muestra de discriminación, el simple reflejo de esas diferencias naturales entre hombre y mujer.
No obstante, ante la evidencia de que estas diferencias son naturales, los propulsores de la "nueva perspectiva" no cuestionan sus planteamientos sino más bien atacan el concepto de naturaleza.
Además, consideran que las diferencias de "género", que según ellos existen por construcción social, fuerzan a la mujer a ser dependiente del hombre y por ello, la libertad para la mujer consistirá, no en actuar sin restricciones indebidas, sino en liberarse de "roles de género socialmente construidos". En ese sentido, Ann Ferguson y Nancy Folbre afirman:
"... las feministas deben hallar modos de apoyo para que la mujer identifique sus intereses con la mujer, antes que con sus deberes personales hacia el hombre en el contexto de la familia. Esto requiere establecer una cultura feminista revolucionaria auto-definida de la mujer, que pueda sostener a la mujer, ideológica y materialmente 'fuera del patriarcado'. Las redes de soporte contra-hegemónico material y cultural pueden proveer substitutos mujer-identificados de la producción sexo-afectiva patriarcal, que proporcionen a las mujeres mayor control sobre sus cuerpos, su tiempo de trabajo y su sentido de sí mismas." (12)

Con dicho fin, Ferguson y Folbre diseñan 4 áreas claves de "ataque":
1) Reclamar apoyo económico oficial para el cuidado de niños y los derechos reproductivos.
2) Reclamar libertad sexual, que incluye el derecho a la preferencia sexual (derechos homosexuales/lesbianos).
3) El control feminista de la producción ideológica y cultural (es importante porque la producción cultural afecta los fines, el sentido de sí mismo, las redes sociales y la producción de redes de crianza y afecto, amistad y parentesco social).
4) Establecer ayuda mutua: sistemas de apoyo económico a la mujer, desde redes de identificación única con la mujer, hasta juntas de mujeres en los sindicatos que luchen por los intereses femeninos en el trabajo asalariado. (13)

Una buena excusa: La mujer

Luego de revisar la peculiar "agenda feminista", Dale O'Leary evidencia que el propósito de cada punto de la misma no es mejorar la situación de la mujer, sino separar a la mujer del hombre y destruir la identificación de sus intereses con los de sus familias. Asimismo, agrega la experta, el interés primordial del feminismo radical nunca ha sido el de mejorar directamente la situación de la mujer ni aumentar su libertad. Por el contrario, para las feministas radicales activas, las mejoras menores pueden obstaculizar la revolución de clase sexo/género.
Esta afirmación es confirmada por la feminista Heidi Hartmann que radicalmente afirma:
"La cuestión de la mujer nunca ha sido la 'cuestión feminista'. Esta se dirige a las causas de la desigualdad sexual entre hombres y mujeres, del dominio masculino sobre la mujer" (14)

No en vano, durante la Conferencia de Pekín, la delegada canadiense Valerie Raymond manifestó su empeño en que la cumbre de la mujer se abordara paradójicamente "no como una 'conferencia de la mujer'" sino que "los temas debían enfocarse a través de una 'óptica de género'".
Así, dice O'Leary, la "nueva perspectiva" tiene como objeto propulsar la agenda homosexual/lesbiana/bisexual/transexual, y no los intereses de las mujeres comunes y corrientes.

Roles socialmente construidos

Para tratar este punto, tomemos la definición de "género" señalada en un volante que fuera circulado en la Reunión del ComPrep (Comité Preparatorio de Pekín) por partidarias de la perspectiva en cuestión.
"Género se refiere a los roles y responsabilidades de la mujer y del hombre que son determinados socialmente. El género se relaciona a la forma en que se nos percibe y se espera que pensemos y actuemos como mujeres y hombres, por la forma en que la sociedad está organizada, no por nuestras diferencias biológicas".

Vale señalar que el término 'rol' distorsiona la discusión. Siguiendo el estudio de O'Leary, el 'rol' se define primariamente como: parte de una producción teatral en la cual una persona, vestida especialmente y maquillada, representa un papel de acuerdo a un libreto escrito. El uso del término 'rol' o de la frase 'roles desempeñados' transmite necesariamente la sensación de algo artificial que se le impone a la persona.
Cuando se sustituye 'rol' por otro vocablo -tal como vocación-, se pone de manifiesto cómo el término 'rol' afecta nuestra percepción de identidad. Vocación envuelve algo auténtico, no artificial, un llamado a ser lo que somos. Respondemos a nuestra vocación a realizar nuestra naturaleza o a desarrollar nuestros talentos y capacidades innatos. En ese sentido, por ejemplo, O'Leary destaca la vocación femenina a la maternidad, pues la maternidad no es un 'rol'.
Cuando una madre concibe a un hijo, emprende una relación de por vida con otro ser humano. Esta relación define a la mujer, le plantea ciertas responsabilidades y afecta casi todos los aspectos de su vida. No está representando el papel de madre; es una madre. La cultura y la tradición ciertamente influyen sobre el modo en que la mujer cumple con las responsabilidades de la maternidad, pero no crean madres, aclara O'Leary.
Sin embargo, los promotores de la "perspectiva de género" insisten en decir que toda relación o actividad de los seres humanos es resultado de una "construcción social" que otorga al hombre una posición superior en la sociedad y a la mujer una inferior. Según esta perspectiva, el progreso de la mujer requiere que se libere a toda la sociedad de esta "construcción social", de modo que el hombre y la mujer sean iguales.
Para ello, las "feministas de género" señalan la urgencia de "desconstruir estos roles socialmente construidos", que según ellas, pueden ser divididos en tres categorías principalmente:
- Masculinidad y Feminidad. Consideran que el hombre y la mujer adultos son construcciones sociales; que en realidad el ser humano nace sexualmente neutral y que luego es socializado en hombre o mujer. Esta socialización, dicen, afecta a la mujer negativa e injustamente. Por ello, las feministas proponen depurar la educación y los medios de comunicación de todo estereotipo y de toda imagen específica de género, para que los niños puedan crecer sin que se les exponga a trabajos "sexo-específicos".
- Relaciones familiares: padre, madre, marido y mujer. Las feministas no sólo pretenden que se sustituyan estos términos "género-específicos" por palabras "género-neutrales", sino que aspiran a que no haya diferencias de conducta ni responsabilidad entre el hombre y la mujer en la familia. Según Dale O'Leary, ésta es la categoría de "roles socialmente construidos" a la que las feministas le atribuyen mayor importancia porque consideran que la experiencia de relaciones "sexo-específicas" en la familia son la principal causa del sistema de clases "sexo/géneros".
- Ocupaciones o profesiones. El tercer tipo de "roles socialmente construidos" abarca las ocupaciones que una sociedad asigna a uno u otro sexo.
Si bien las tres categorías de "construcción social" ya podrían ser suficientes, el repertorio de las "feministas de género" incluye una más: la reproducción humana que, según dicen, también es determinada socialmente. Al respecto, Heidi Hartmann afirma:
"La forma en que se propaga la especie es determinada socialmente. Si biológicamente la gente es sexualmente polimorfa y la sociedad estuviera organizada de modo que se permitiera por igual toda forma de expresión sexual, la reproducción sería resultado sólo de algunos encuentros sexuales: los heterosexuales. La división estricta del trabajo por sexos, un invento social común a toda sociedad conocida, crea dos géneros muy separados y la necesidad de que el hombre y la mujer se junten por razones económicas. Contribuye así a orientar sus exigencias sexuales hacia la realización heterosexual, y a asegurar la reproducción biológica. En sociedades más imaginativas, la reproducción biológica podría asegurarse con otras técnicas." (15)

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3. Bioética, mujer y perspectiva de género

Dra. Ma. de la Luz Casas M. Maestra en Bioética Escuela de Medicina. Universidad Panamericana.

INTRODUCCION.

En las Conferencias Internacionales sobre la mujer que se han llevado a cabo oficialmente en relación con los roles propuestos a la mujer, se han introducido los conceptos de “perspectiva de género”, “Equidad de género”, se ha afirmado que las diferencias entre hombres y mujeres responden a una estructura cultural, social y psicológica y no a condiciones biológicas.
La propuesta viene fundamentalmente de Organizaciones no Gubernamentales ya expuesta en la VI Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de América Latina y el Caribe, organizada por CEPAL y ratificada en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en China 1995 convocada por la ONU.
En la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en Pekin del 4-15 de septiembre de 1995, auspiciada por la O.N.U. se debatieron importantes aspectos sobre los problemas específicos de la mujer, asistieron a ella 191 países que representaron 23,000 participantes oficiales además de 4,000 Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que se manifestaron dentro y afuera del recinto oficial, demostrando así la voluntad de cambio sobre las condiciones de inferioridad que en muchos aspectos de la vida la mujer ha padecido a través de la historia.
Aunque dicha Plataforma de Acción no es obligatoria, si es vinculante, ya que constituye una instancia de consenso internacional.
Los temas que constituyen la Agenda se reunieron en diversos puntos representativos de la discriminación femenina.

PUNTOS POSITIVOS DE LA CONFERENCIA.

La Conferencia constituyó una llamada hacia la reflexión de la posición de las mujeres en el mundo y la conceptualización de la postura femenina desde su propia perspectiva. En ese sentido su influencia contribuyó de forma importante en la consideración de aspectos que desde hacía mucho tiempo no habían sido lo suficientemente evaluados a la luz de las circunstancias actuales de vida.
El documento analizó y propuso acciones en muy diferentes aspectos de la vida de la mujer.

PUNTOS EN CONTROVERSIA.

Existieron muchos rubros que fueron considerados sin consenso por muchos países, pero sin duda el término de mayor polémica lo constituyó el término "género", pues aunque este vocablo se encuentra aceptado en forma clásica dentro del concepto gramatical de "accidente que indica el sexo de las personas o de los animales", por la insistencia de su uso en diferentes contextos requirió de la asamblea una definición específica por parte de las comisiones que lo promovían.

GÉNERO COMO DEFINICIÓN Y PERSPECTIVA.

Ya desde hacía algunos años antes de la Conferencia el término "género" había sido usado por grupos feministas en sus discursos, como vemos a continuación en palabras de Judith Butler, directora de Gay and Lesbian Human Rights Comission

“el género es una construcción cultural, por consiguiente no es ni resultado casual del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo… al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino.”

Un poco antes de la Conferencia también algunos grupos feministas mexicanos se habían pronunciado en relación a esta nueva concepción de la palabra género:

“el lesbianismo, la heterosexualidad y la bisexualidad, son expresiones a las que tienen derecho las mujeres… el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad incluye la libre orientación sexo afectiva… es importante recuperar la reivindicación del ejercicio de la sexualidad como una fuente de placer y de comunicación interpersonal no importando su orientación… lograr el respeto a los derechos de las mujeres lesbianas, constituye un avance para todos los sectores sociales que trabajan por las libertades, el respeto a la diferencia y la convivencia plural y democrática”.

A este respecto “el Closet de Sor Juana” y el Comité Nacional de ONG’s Mexicanas, declaró en su página de internet con referencia a la Conferencia de la Mujer:

“desde el inicio del proceso preparatorio, hemos impulsado la preparación de nuestras demandas y de las lesbianas mismas a la IV Conferencia Mundial de la Mujer. Consideramos ser una gran oportunidad para la visibilidad de las lesbianas en el mundo”

Por el hecho de que los anteriores grupos fueron asesores de CONAPO para la preparación del Documento de presentación ante la Conferencia se consideró la necesidad de aclarar suficientemente las implicaciones de esta nueva concepción.

FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LA POSTURA DE GÉNERO.

La concepción de la postura de género puede ser enmarcada en una combinación entre la teoría de Engels, la filosofía del estructuralismo de Michel Foucault, el liberalismo radical de Sartre y Simon de Beauvoir.
Michel Schooyans catedrático de la Universidad de Lovaina en materia de población señala en una entrevista con Sabine Chevalier:
"La idea de "género" surge de una coalición ideológica de la cual los fundamentos son a la vez socialistas y liberales. Se encuentra en los socialistas, proviniente de Feuerbach (1804-1872), la idea de "humanidad genérica": sólo cuenta el "género humano", del cual el hombre individual no es sino una manifestación efímera destinada a la muerte. Pero la ideología liberal, con su concepción utilitarista del hombre, muy marcada por el malthusianismo, se une a esta visión, particularmente en una concepción globalista del mercado, al cual debe ser subordinada la política y la producción de los hombres; el individuo es reducido al ejercicio de una simple función.
Interviene también en la "justificación" de la ideología del género un aporte del "estructuralismo",que afirma que nosotros entramos en una "nueva cultura", haciendo apelo a nuevas reglas que toca al hombre crear. Esta coalición ideológica del género ha sido lanzada en la plaza pública por la ONU en la Conferencia de Pekín de 1995. Según sus ideólogos, el matrimonio heterosexual monogámico pertenece a una cultura anterior: de él derivaba la función de la maternidad y de la familia. Entrando en esta nueva cultura, debemos barrer estas referencias "caducas". En adelante es necesario considerar que la regla que debe prevalecer es la intercambiabilidad de roles del hombre y de la mujer. Para que la mujer pueda volverse miembro activo a tiempo completo de la sociedad de producción, ella debe tomar en mano su propia liberación, desprendiéndose de la "carga" de la procreación y de su condición " alienante " de esposa y madre. De donde una revolución sexual muy profunda: abolición de la maternidad y de la familia monogámica; atribución de unos sentidos múltiples a la palabra "familia" monoparental masculina o femenina, "familia" proveniente de manipulaciones biológicas diversas, etc.: instauración de innumerables modalidades de prácticas sexuales: "padre" biológico o no progenitor, "madre" biológica o portadora, etc., todos los casos imaginables son considerados en los documentos de la ONU".
Por su parte, Simone de Beauvoir filósofa de la liberación femenina afirma :“no se nace mujer; se hace. Ningún destino biológico, psíquico, económico, define la figura que reviste dentro de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la sociedad el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado que es calificado como femenino. solo la mediación del otro puede construir a un individuo como otro". Y continúa:
"Hay que rechazar la sexualidad como naturaleza. Hay que superar esa institucionalización del amor que vincula a la mujer con el sexo, la maternidad, el hogar. Es menester que haya parejas libres, madres libres, libertad económica para la mujer… el encuentro de los sexos en un nivel de igualdad plena será únicamente el encuentro de dos libertades.
Otra parte de esta fundamentación se encuentra en las obras de Engels quien escribe:
“el primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre hombre y mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino”.
La postura es retomada por Firestone, líder feminista en épocas recientes:

“se requiere que la clase subyugada se alce en revolución y se apodere del control de la reproducción; se restaure la propiedad sobre su propio cuerpo, como también el control femenino sobre la fertilidad, incluyendo las nuevas tecnologías la meta no solo es el privilegio económico...sino de la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importarán culturalmente”.

DEL FEMINISMO AL GENERISMO.

De lo anteriormente expuesto puede concluirse que existe a la fecha una confusión entre las estrategias propuestas por los grupos feministas originales y un nuevo grupo, que promueve como fundamental la postura de género, las posturas tienen una diferencia significativa que pueden aclararse en la definición de Hoff:

“el feminismo de equidad es la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos...el feminismo de género es una ideología que pretende que la mujer esta presa en un sistema patriarcal opresivo".

Como puede apreciarse ambos conceptos llevan implícitas estrategias diferentes, que serán necesario aclarar, para que el término "género" y "perspectiva de género" pueda ser unívoco en los documentos oficiales.

ANTE LAS REALIDADES FEMENINAS.

La lucha femenina por sus derechos lleva más de cien años de existencia oficial, desde las primeras manifestaciones por el voto en Inglaterra. La importancia de la lucha feminista organizada radica principalmente en la conceptualización de la mujer como grupo capaz de constituirse en grupo de poder social y político significativo.
Es verdad que en la historia la mujer ha sido discriminada con frecuencia, a veces, en forma consentida y en otras por imposición o manipulación, en una realidad sociocultural que bajo los valores actuales de reconocimiento de derechos humanos es insostenible.
Entre los rubros de inequidad social contra la mujer podemos señalar entre otras:
*conceptualización devaluada de la mujer como dependiente del hombre
*preferencia de hijos varones
*preferencia de alimentación y estudio a varones
*diferencia educativa y de cargas de trabajo del hogar para el hombre
*conceptualización machista y de posesión sexual de la mujer por el hombre
*diferencia laboral en puestos y retribución
*carga laboral y familiar inequitativa en la mujer aunque esta sea la proveedora.

REALIDAD Y GÉNERO.

Las propuestas generistas tratan de lograr la igualdad entre hombre y mujer, lo cual es muy justo, pero negando la realidad entre los seres humanos sexuados. La mujer no es "un ser intermedio entre el hombre y el castrado" como lo dicta S. de Beauvoir, es un ser íntegro con propia naturaleza, la femenina. El tratar de igualarse al varón por el solo hecho de tener mismas funciones laborales o de poder, o negar el valor de la función reproductora de la mujer no harán que la realidad cambie, más que en cargas de trabajo o poder.
La biología marca diferencias estructurales del hombre y la mujer que no pueden ser ignoradas y si bien marcan diferencias de función no tienen que ser estas consideradas como fuente de manipulación o discriminación.

DIFERENCIAS BIOLOGICAS.

El ser humano desde la perspectiva biológica pertenece a la especie hommo sapiens. Las especies sexuadas, mamíferas tienen dos géneros: femenino y masculino.
Existe biológicamente un determinismo genético, expresado fenotípicamente en forma de dimorfismo sexual complementario y vinculado como toda especie sexuada a la reproducción de la especie.
Esta realidad científica puede ser constatada desde el punto de vista de la embriología, genético, molecular, endocrinológico y neurológico entre otros, y constituyen en sí la base del dimorfismo sexual que enmarcan comportamientos y funciones femeninas y masculinas imposibles de ignorar.

DIFERENCIAS PSICOLOGICAS.

Tampoco las diferencias genéricas se circunscriben al ámbito solamente cultural como se señala en el modelo cognoscitivo del desarrollo psicosexual de Kholberg:
"el concepto de identidad de género y estereotipos masculino/femenino, presentan elementos comunes universales, no se aprenden por transmisión directa de patrones específicos a un grupo familiar son creados por el niño mediante interpretación activa de:
a) diferencia en la estructura corporal del hombre y la mujer
b) diferencia asignada por la sociedad a los roles".

Con referencia al desarrollo del papel femenino y masculino “es producto de una construcción cognitiva, en donde ni las presiones sociales, ni la enseñanza directa juegan un papel primordial”
La identidad sexual masculina o femenina al menos en parte tiene que ver con esta peculiar conformación biológica.
La feminidad masculinidad es un fenómeno complejo que no se explica por el solo hecho biológico, pues implica conductas eróticas y afectivas específicas de cada sexo.

DIFERENCIAS EN LA ANTROPOLOGIA FILOSOFICA.

Para la concepción de la antropología filosófica de la sexualidad la sociedad no es último y único parámetro de la identificación genérica:
”ser hombre y ser mujer no son accidentes del ser humano, sino que pertenecen inseparablemente a su esencia ”.
En esta polémica se aprecia el debate del antiguo tema de “Natura contra cultura”, el ser humano desde la perspectiva personalista es natura y cultura y no debe existir un antagonismo entre ellos.
Lo natural, en el sentido de innato, no coincide con la naturaleza humana, que transforma lo innato en un sentido que lleve hacia la humanización humana, entendida como la perfección de lo propiamente humano, esto es sus valores.
La diferencia sexual entre hombre y mujer genera tipos de relación entre personas que son habituales y persistentes y que no están vinculados solamente a la reproducción de la especie.
La psique no pertenece enteramente ni al organismo corporal, ni al espíritu. Las diferencias psicológicas no se pueden anular o atribuir enteramente a influjos socio-culturales. La cultura no constituye por sí sola esta diferencia en la psicología del hombre y de la mujer. La cultura puede influir al acentuar roles e inducir prejuicios y falsas concepciones, pero la psique tiene raíces en el soma
La sexualidad humana tiene como en toda la persona la característica vital en donde el principio metafísico de la forma sobre la materia. La forma es la que da perfección a la materia y la actualiza y no al contrario.
Existen, por tanto, diferencias entre hombre y mujer, que más que ser negadas han de ser reconocidas y apoyadas en sus particulares demandas.

PROPUESTA BIOÉTICA DE ACCIÓN.

La filosofía realista nos marca como ineludible la necesidad de considerar la realidad como un marco de acciones y decisiones.
El análisis de los objetivos es prioritario, pero también lo es la selección de estrategias, pues para que un acto humano sea considerado como adecuado han de serlo tanto sus intenciones como sus medios y sus fines. Así podemos observar que la inequidad de la mujer es un hecho para muchas de ellas y existen poblaciones femeninas que las sufren más profundamente, el reconocimiento de la licitud de los objetivos a vencer, propuestos por la Plataforma de Acción, son justos y realistas en gran medida, sobre el análisis de los fines, se encuentran ya marcadas diferencias, pero la verdadera problemática existe tanto en la selección de medios como de fundamentos, pues estos dependen de la postura feminista o generista de las propuestas.
Desde la perspectiva filosófica realista el ser humano es naturaleza y cultura, no es solamente "natura", término entendido, como "lo nato" o actitud "natural", fuera del proceso de humanización y que tampoco es concepto unívoco con el de "naturaleza ontológica" del hombre, que se refiere a su propia esencia, sus propios fines y medios adecuados para lograrlos.
En otras palabras, el ser humano no es solamente el ser que nace y se desarrolla sin marco de actuación, dejado solamente a sus impulsos naturales; el ser humano no solo "nace", sino también "se hace" a través de la cultura, que lo posibilita en el conocimiento de las posibilidades de su naturaleza, del uso de su inteligencia y su voluntad y no solamente de sus impulsos y su emotividad. Es por ello que el ser humano es un compuesto muy impredecible, pero a la vez definible en cuanto a lo que se espera de su conducta humana como especie.
La naturaleza es base de partida de la realidad.
La cultura descubre el significado de la naturaleza del hombre y lo humaniza.
Las filosofías que niegan alguno de los componentes del ser humano o son idealistas o materialistas puras pues poseen un marco conceptual dualista de la naturaleza del hombre.
La postura personalista es unicista y enmarca ambos aspectos.
Desde esta perspectiva el hombre y la mujer existen como seres sexuados en función de la procreación en el amor. El acto sexual humano, no lo es si no se enmarca en el amor y si niega la naturaleza propia del acto, que es la procreación, aunque a través de su inteligencia y voluntad planifique su familia, lo cual nuevamente es prueba de la armonización de natura y cultura.
El ser humano no puede negar su naturaleza sexuada, ser hombre o ser mujer con el correspondiente comportamiento, feminidad y masculinidad, como seres iguales en derechos, por pertenecer ambos a la especie humana, pero diferentes en cuanto a necesidades, por pertenecer a un género específico.
No es posible para el ser humano naturalmente sexuado, luchar contra natura ante algo que le es natural, su naturaleza sexuada y los fines propios que la misma marca para cada género, no es posible considerar la naturaleza como una imposición o una carga que ancla, en el caso de la mujer, inexorablemente a la inequidad ligada a la posibilidad procreativa, sino aceptar, no en forma impuesta, sino connaturalmente, lo que de la naturaleza procede, buscando a través de una cultura de promoción de la dignidad de la persona el reconocimiento de la complementariedad.
Para la persona el fin último de la existencia es la experiencia del amor, y de los tipos de amor, el sexuado, tiene en la complementariedad y en la procreación su fin propio. Toda persona desea ser amada y en el amor sexuado, la procreación se deriva como un don en el hijo, es antihumano negar no solamente la naturaleza sexuada de la persona, que promueve la no identificación bio-afectiva, sino la finalidad de los sexos y la formación de la pareja en la constitución posterior de la familia, pues todo ello tiene un origen natural y no impuesto por la sociedad, sino solamente reconocido por ella. El hombre y la mujer se atraen naturalmente y no por imposición social y la consideración del género masculino como opresor nato de la mujer con quien habrá que entablar una "lucha" de géneros no contribuirá a la aspiración natural de la formación de la pareja humana en el amor.
Es cierto que existen condiciones de inequidad e injusticia, por lo que la promoción de los Derechos Humanos Universales es imperiosa y para ello se requiere el fomento de una cultura por la igualdad en las diferencias, una cultura propositiva y no destructiva, de sustitución de marcos socioculturales inadecuados mas no de negación de realidades.
Las propuestas en salud reproductiva deben respetar a la persona, en decisiones libres e informadas y como tales no pueden estar en contra de la dignidad o la vida de otra persona, como se refiere al no nato, pues ello perpetuaría nuevamente un círculo de discriminación, ahora ya no contra la mujer, sino ante la dignidad de la vida humana.
La humanidad ya no puede dividirse en opresores y oprimidos, es una ganancia de nuestro siglo el concepto de igualdad de todos los seres humanos, el adoctrinamiento hacia la lucha de géneros promueve ambivalencia en la persona, pues es una realidad que la aceptación congruente del sexo biológico acorde a sus funciones y su expresión: feminidad/masculinidad, maternidad/paternidad pues ello responde a los dinamismos de la persona, la cual es única. Si los diversos componentes o dinamismos de la persona no operan en armonía, la personalidad en vez de estar integrada se desintegra, la persona desintegrada presenta un problema psicológico que a la vez es trascendente: la neurosis por falta de aceptación de la realidad y la pérdida de la capacidad de amar.

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4. El feminismo, ¿destruye la familia?

Jutta Burggraf

1. Introducción

Hace poco, leía un artículo en que, con gran profusión de palabras, se pretendía explicar, por qué el feminismo destruye la familia. Quedé un poco sorprendida y comencé a pensar en ello. ¿Realmente destruye el feminismo la familia? Sin querer, recordé un suceso que me ocurrió hace algún tiempo en Sudamérica. En Santiago de Chile, me habían dicho que una persona, conocida como una enérgica feminista, quería discutir conmigo acerca del tema de la mujer. Se trataba de la fundadora y rectora de una universidad privada. Habíamos concertado una cita. Me preparé para una intensa discusión y, luego de unos días, acudí al encuentro con un cierto ánimo de ir a la ofensiva. La rectora era una señora muy amable y bien arreglada. “Yo trabajo, con todas mis fuerzas, para que las mujeres puedan estudiar y obtengan puestos de trabajo”, me dijo. “Sueño con un sueldo para las dueñas de casa y con la supresión de la pornografía. Me llaman feminista, porque devuelvo todas las cartas que recibo, dirigidas al Rector; porque esta Universidad no tiene un rector, sino una Rectora”. Y, entonces, señaló, sonriendo: “Y no tengo nada contra los hombres. Estoy casada hace mucho tiempo y quiero a mi marido más que hace treinta años”.
Es evidente que un feminismo así no destruye la familia. Pienso, incluso que es extremadamente favorable para la comunión de los esposos y para la familia misma, ya que devuelve a la mujer la dignidad que, en ciertas épocas y culturas, y parcialmente en la actualidad, le ha sido y le es negada. Sí, esto ocurre también hoy, no es ideología, ni exageración. No necesitamos pensar en las mujeres cubiertas por un velo, como en Arabia Saudita, ni al pueblo africano de los Lyélas, que consideran a las mujeres como la parte más importante de la herencia. Por ejemplo, una de las fórmulas con que un hombre constituye a su hijo mayor como su heredero dice: “Te entrego mi tierra y mis mujeres” [1]. No podemos tampoco juzgar con altanería el rapto de las novias de la aguerrida Esparta [2] , ni lamentarnos de la llamada oscura Edad Media, que, por cierto, no fue una época tan hostil para la mujer [3]. Como se ha dicho, no necesitamos ir tan lejos. Basta mirar a Europa ¿Se respeta a la mujer en la sociedad, en las familias? También hoy día se la considera, en innumerables avisos publicitarios, en el cine, en revistas del corazón y en conversaciones de sobremesa, como un ser no muy capaz intelectualmente, como un elemento de decoración y de exhibición, como mero objeto de deseo masculino.
Su dedicación a su casa y su familia no es ni se valora, ni se apoya como se debía. ¿No ocurre con cierta frecuencia que un hijo, sólo porque es varón, después de un suculento almuerzo dominical, se siente frente al televisor junto a su padre, mientras las hijas “desaparecen”, junto con su madre en dirección a la cocina? ¿O que una joven madre, que trabaja fuera de la casa, se las tenga que arreglar sola con las labores domésticas y más encima sea enjuiciada, pues no se preocuparía lo suficiente de su marido -que trabaja a tiempo parcial- y de sus hijos y que además sea criticada por no tener la casa limpia? ¡Cuántas mujeres casadas, que carecen de ingresos propios deben mendigar de sus maridos un poco de dinero y no tienen acceso a la cuenta bancaria, ni participación en las decisiones pecuniarias de la propia familia! Concedo que estas cuestiones pueden ser superficiales; sin embargo, demuestran cuánta -o cuán poca- comprensión y cariño reciben las mujeres, a menudo, en una situación difícil.
Existe pues una promoción de la mujer que es absolutamente razonable y conveniente. Su finalidad consiste en que los derechos humanos no sólo sean derechos de los varones, sino que ambos, tanto el hombre, como la mujer, sean aceptados en su ser-persona. También se esfuerza por considerar a cada ser humano en su propia individualidad, sin colocar ningún cliché a nadie. Y esto es válido en todo sentido. Hoy en día nadie duda que la mujer puede dominar la técnica más complicada. Pero ello no significa que todas las mujeres deban ser técnicas y que gocen con las computadoras. Según un nuevo dogma: “La mujer emancipada es gerente de empresa, arquitecto o empleada en una oficina; de todas maneras, trabaja fuera de la casa”. Sin embargo, si la emancipación es entendida como un proceso de madurez conseguido, ¿por qué la mujer “emancipada” no puede ser madre de una familia numerosa? Cuando una mujer prefiere preparar un pastel, tejer chalecos, jugar con los niños y procura hacer de su casa un hogar agradable, no quiere decir que ella se haya resignado a asumir el rol que se le asignó en el s. XIX. Significa simplemente que, para ella, estas actividades son más importantes que para quienes la critican. En principio, no se trata de lo que una persona hace, sino de cómo lo hace.
Ni el trabajo fuera de la casa, ni la familia son, en sí, soluciones a problemas personales o sociales; ambos conllevan ventajas y riesgos. Así, es posible que una mujer profesional, debido a la creciente especialización de su trabajo, se le vaya empequeñeciendo su campo de acción, mientras que una dueña de casa, al tener que enfrentarse a los más diversos trabajos, adquiera una visión más amplia. En su vida profesional, la mujer está expuesta a los mismos riesgos que el hombre -deseo desmedido de hacer carrera, afán exclusivo de poder...-, incluso más que él, pues le pone a prueba y enjuicia más duramente.
No quiero, de ninguna manera proponer que la mujer debe volver a ocuparse exclusivamente de las tareas del hogar. Pienso solamente que se debe dar, a cada mujer, la posibilidad de decidir libremente lo que ella considera como bueno, sin iniciar permanentemente nuevas polémicas.
Se ha discutido mucho acerca de si las mujeres son diferentes a los hombres y en qué lo son. Primero, hay que considerar que cada ser humano es distinto de los otros. Cada uno debe tener la oportunidad de desarrollarse libremente, de ser feliz y de hacer feliz a los demás -por diferentes caminos, da lo mismo en qué estado o profesión-. Desde una perspectiva histórica y social, algunas veces, a las mujeres esto les ha sido más difícil que a los hombres. Es por ello, que se les debe ayudar más a vivir de acuerdo con su convicción personal. Esta es la finalidad de un feminismo que podemos denominar “auténtico”, “razonable” o “libertario”.

2. El feminismo radical

Estamos casi en nuestro tema. Como se ha mencionado, existe otro tipo de feminismo, que se ha extendido mucho en los países occidentales, es denominado, con frecuencia, feminismo “radical” o “extremo”. Me parece que este tipo de feminismo, por lo menos como se presenta a sí mismo, ha sobrepasado su momento culminante. Su enorme influencia ha tenido un devastador efecto, que se deja ver en todos los ámbitos. Todos conocemos lo que se ha dicho acerca del “mito de la maternidad”, que debe ser destruido, o del macho, que la mujer debe desterrar. En algunas de sus afirmaciones, las feministas han traspasado con mucho el límite de lo absurdo.
La filósofa francesa Simone de Beauvoir es considerada la precursora del feminismo de nuestro siglo, cuya influencia apenas puede superarse [4]. Su monografía “Le Deuxiéme Sexe” (“El otro sexo”), publicado por primera vez en 1949) es denominada con frecuencia la “biblia del feminismo” [5]. En ella, Simone de Beauvoir postula, por primera vez, con gran agudeza intelectual, la igualdad de los sexos y, con ello, da un nuevo impulso al movimiento feminista en el mundo occidental, el que, hace ya tiempo, va mucho más allá de pretender la simple mejora de la situación jurídica de la mujer y una mayor posibilidad de acceder a la formación escolar, universitaria y profesional.
En aquella obra, la filósofa comienza esbozando su propia posición ideológica. “Nuestra perspectiva es la de la ética existencialista” [6], declara. Y continúa “Es la de Heidegger, Merleau-Ponty y Sartre” [7] (su conviviente). El “existencialismo”, tomado del título de un libro de Sartre, es una negación consciente de toda reflexión que parta de la esencia o naturaleza. No hay “una naturaleza humana -dice Sartre- pues no hay quien la hubiese podido diseñar” [8]. Sartre se refiere a la libertad creadora del hombre, que le capacita para hacer de sí mismo lo que él quiere y que no es limitada por ninguna “esencia” o “naturaleza” [9].
Simone de Beauvoir intenta traspasar el existencialismo ateo [10] de Sartre a la existencia femenina [11]. Para ella, el hombre tampoco es un “ser dado” o una “realidad fija”, sino “una idea histórica”, “una continua transformación”, que hace de la persona lo que ella es [12]. En consecuencia, en la ética de Beauvoir, toda forma de “quietud” o “pasividad” sólo puede considerarse como un gran mal [13]. Sin embargo, es precisamente esa la actitud a la cual los hombres han obligado continuamente a las mujeres.
Ya desde los nómades, el mundo ha pertenecido al varón [14], dice Beauvoir, pues éste ha sabido influir en el mundo con ocupaciones que iban “más allá de su ser animal”. Para cazar y pescar, construyó utensilios, se puso metas y abrió caminos. Continuamente se superó y emprendió el camino hacia el futuro [15]. Añade: el privilegio del varón consiste en que “su vocación como persona con destino no contrasta con su ser varón” [16]. Sin embargo, en la mujer sucede algo distinto. Hasta hoy, a las mujeres se les ha impedido intervenir de manera creativa en la sociedad. Las mujeres han sido “aisladas” y ahora se encuentran marginadas [17]. Permanecen toda su vida encerradas y la culpa de todo, la tienen el matrimonio tradicional (con la división del trabajo según el sexo) y, sobre todo, la maternidad.
En toda la obra de Beauvoir está presente un tema dominante: la de quitar todo valor al matrimonio y la familia. A este respecto, señala que, “sin duda alguna, dar a luz y amamantar no son actividades sino funciones naturales y no está en juego ningún proyecto personal. Por eso, la mujer no puede encontrar en ello ninguna razón para una alegre afirmación de su existencia” [18]. Durante siglos, la mujer se ha contentado con llevar una “vida relativa”, dedicada al marido y a los hijos. “En realidad -continúa-, para el hombre, ella es sólo una distracción, un objeto, un bien poco importante. El varón es el sentido y la justificación de su existencia” [19]. El varón, por su parte, ha consolidado su supremacía a través de la creación de mitos e instituciones.
Por medio de muchos ejemplos de la literatura y la cultura, Beauvoir analiza el mito de la mujer, tal y como lo han inventado los varones para sus propósitos y concluye que “es tan irrisorio contradictorio y confuso que no se halla unidad alguna: como Dalila y Judit, Aspacia y Lucrecia, Pandora y Atena. Es ídolo y esclava; es el silencioso original de la misma verdad, al mismo tiempo falsa, locuaz, mentirosa; es bruja y terapeuta; es presa del varón y su perdición; es todo lo que él no es y desea poseer, su negación y su fundamento existencial” [20], es, precisamente, el “otro” sexo.
Beauvoir se opone a todas estas afirmaciones, pues señala que las mujeres no son esfinges, sino seres humanos dotados de razón [21]. Su proximidad a la naturaleza -que significa una limitación radical de su potencial humano- es exigida y también temida por el hombre. Aunque las mujeres no pueden negar, ni ignorar su propio cuerpo, éste no determina para nada su libertad existencial. Indudablemente, en la filosofía de S. de Beauvoir, hay razonamientos acertados; que, sin embargo, dan lugar a un gran empobrecimiento ideológico. Ello se aprecia claramente si consideramos su conocido aforismo, “No naces mujer, te hacen mujer” [22], completado más tarde por la lógica conclusión “¡No se nace varón, te hacen varón! Y tampoco la condición de varón es una realidad dada desde un principio” [23].
La “mujer constituye para Beauvoir un “producto de la civilización” [24]. Ella “no es la víctima de un destino misterioso e ineludible” [25] , sino la de una situación muy concreta y corregible, en la cual el “mito de la maternidad” siempre ha servido a los varones como pretexto para motivar a las mujeres a realizar sus quehaceres domésticos [26]. La mujer, por su parte, se ha resignado durante mucho tiempo ante su situación. “Al no querer que una parte de sí se ha convertido en negación, suciedad y malignidad el ama de casa maniática se encoleriza contra el polvo y exige un destino que a ella misma le exaspera” [27]. En su desesperación intenta inútilmente introducir al hombre en la cárcel de su pequeño mundo, bien como madre, esposa, amante “permanente”, parásita [28] o carcelera [29]. El hombre trata a la mujer como su esclava y la persuade a la vez de que sea su reina [30]. Hoy, sin embargo, la lucha se muestra de otra manera, “en lugar de que la mujer pretenda llevarse al hombre a su cárcel, lo que hará es intentar salir de ella. Ya no pretende penetrar en la región de la inmanencia [31]. El hombre hace bien en ayudar en la emancipación de la mujer, pues librándola a ella, se libera él mismo [32].
¿Cómo tiene que ser la emancipación? Para Simone de Beauvoir, no cabe duda que las “cadenas” o “ataduras de la naturaleza deben ser rotas”. La filósofa existencialista traza una ética radical [33], que intenta desenmascarar el matrimonio [34], la maternidad [35], la prohibición del aborto [36] y del divorcio [37], como “medidas coercitivas de las sociedades patriarcales” [38], que dejan a las mujeres en dependencia de los varones. Según sus propias palabras, “las mujeres han decidido protegerse de la maternidad y del matrimonio” [39]. “lamento la esclavitud que se impone a la mujer con los hijos... Como otras muchas feministas, también estoy a favor de que se suprima la familia” [40] dice explícitamente. Además, simpatiza con la inseminación artificial [41], las relaciones lesbianas [42] y la eutanasia [43]. Para la filósofa existencialista, el remedio para salir de la dependencia es la actividad profesional de la mujer [44], con la cual se puede alcanzar “una plena igualdad económica y social” [45] entre los dos sexos.
Aunque todas parten de sus principios, algunas de las feministas actuales superan con mucho determinados aspectos de las exigencias de Beauvoir. En su obra mundialmente conocida, “The Feminin Mystique” [46], Betty Friedan -fundadora del movimiento feminista americano de los años sesenta- critica con gran vehemencia el que la mujer se vea obligada a “la realización de su feminidad” [47] únicamente en el matrimonio, en la familia y en el trabajo doméstico y que se le impida desarrollarse intelectualmente [48].
De la misma manera, la americana Kate Milled, en su libro “Sexual Politics” [49], recurre lo señalado en “Le Deuxième Sexe”: “La mujer aún es indispensable para la concepción, la gestación y el nacimiento de un niño, pero no tiene otra atadura u obligación especial con respecto a él”. Finalmente, el objetivo del feminismo de Shulamith Firestone -la más radical de este grupo- es destruir todas las estructuras más importantes de la sociedad [50]. En “The Dialectic Sex”, propone liberar a la mujer de la “tiranía de la procreación” [51], a cualquier precio. “Lo quiero decir muy claramente: el embarazo es una barbaridad” [52], señala.
La periodista Alice Schwarzer es una de las pocas figuras sobresalientes del feminismo alemán. Después de su larga estancia en París, comenzó su labor, organizando, a principios de los años setenta, la campaña pro-aborto en Alemania [53]. En 1975, lanzó un bestseller [54] al mercado y se destacó, finalmente, como editora de la primera revista feminista, “Emma”, hasta hoy, muy difundida. Su lenguaje frívolo, la exposición de problemas humanos, la eliminación de los tabúes relativos a las normas morales, junto con algunas hipótesis racionales, no constituye una mezcla nueva; no obstante, aplicada exclusivamente a la cuestión femenina, se transforma en un asunto de carácter político.
Aunque Alice Schwarzer subraya una y otra vez su admiración por Simone de Beauvoir [55] -a la que conoció en París personalmente-, es aún más radical en la aplicación de las ideas feministas. Difunde las tesis contenidas en “Le Deuxième Sexe” y las planteadas por el movimiento feminista norteamericano. Más, en último término, para ella no se trata de la cuestión teórica de la igualdad de los sexos, sino de qué modo la mujer, siendo más valiosa y digna de ser amada que el hombre, puede huir del dominio masculino. Según A. Schwarzer, el poder masculino es el único factor que condiciona actualmente la relación hombre-mujer, y sólo puede ser destruido por un poder femenino [56]. El varón es, para ella, el enemigo. La autora expresa: “Por eso, todo intento de una liberación de la mujer tendrá que dirigirse contra los privilegios del varón, tanto a nivel colectivo, como a nivel personal. Eso quiere decir que hay que luchar también contra el propio marido” [57]. Llama a todas las mujeres para que manifiesten su poder y se nieguen a sus maridos, rehúsen “la heterosexualidad” que ha pasado a ser “un dogma” [58] y se interesen por la bi- y la homosexualidad. En suma, Schwarzer concibe el poder sexual como un poder político, intenta iniciar una revolución en las relaciones hombre-mujer, de la cual surgirá una mujer liberada del poder masculino. Esta mujer podrá actuar positivamente en la sociedad.
A. Schwarzer crítica la “ideología del hijo propio” y lucha contra todos los lazos existentes entre madre e hijo. Según ella, tales lazos sirven únicamente para proteger los últimos baluartes de una sociedad para varones [59]. La tarea educativa debe realizarse, en gran parte, por el colectivo; el trabajo doméstico tiene que ser industrializado. Eso significa que debe existir un número suficiente de guarderías y de jardines infantiles, abiertas durante las veinticuatro horas y donde trabajen mujeres y varones [60].
Para la feminista norteamericana Mary Daly, todo lo masculino es objeto del juicio más despiadado, casi de la maldición universal. En su exitoso libro, aparecido en 1978 [61], la autora pasa revista a todas las atrocidades que los hombres han cometido contra las mujeres, desde el comienzo de los tiempos. Contrasta la maldad masculina, “contaminante”, “ponzoñosa” y “destructora”, la autora contrapone la “pureza elemental” de las mujeres. M. Daly exagera tanto las ideas de “Le Deuxième Sexe”, que realmente no se las puede tomar en serio.
Desde hace algún tiempo, el intento de liberarse de las “cadenas de la naturaleza” no es la única preocupación del feminismo radical. Desde ciertos ambientes ecologistas y desde el llamado “feminismo cultural” de Norteamérica han surgido nuevas tendencias. Mientras un grupo de las feministas continúa negando las diferencias fundamentales entre mujeres y hombres, otro grupo ha comenzado a “celebrarlas”. Actualmente, dentro del feminismo, se plantea cada día con más fuerza, que la identificación de lo femenino con la naturaleza, la corporeidad, la sensibilidad y la voluptuosidad, no es un “maldito prejuicio masculino”. Por el contrario, todo lo emocional, vital y sensual ha pasado a ser la esperanza para un futuro mejor. Después de que la racionalidad y el despotismo masculinos han conducido a la humanidad al borde del desastre ecológico y la han expuesto al peligro de la destrucción nuclear, ha llegado la hora de la mujer. La salvación se puede esperar solamente de lo ilógico, de lo instintivo, de lo afable y apacible, tal como se encuentra encarnado en la mujer [62].
Después de que, durante décadas, el deseo de tener hijos fue reprimido y negado, ahora es redescubierto, por grupos feministas [63] como una “necesidad femenina” pura [64]. Esto puede ser una reacción al esfuerzo de la emancipación entendida, con demasiada frecuencia, como una acomodación a los valores masculinos y a la competitividad.
Por supuesto, el deseo de tener hijos no significa un retorno al matrimonio y a la familia burgueses. Las feministas se interesan poco por la realidad social de las mujeres, lo que les preocupa son la vida de la mujer, el cuerpo femenino y las experiencias de dar a luz y de amamantar. “Son las mujeres las que tendrán que liberar la tierra y lo harán, porque viven en una mayor armonía con la naturaleza” [65], esta es la más conocida de las tesis propuestas. A ella se opone ahora, con renovado ímpetu, la teoría igualitaria, que continúa la línea de pensamiento inaugurada por Simone de Beauvoir [66]. Así llegamos otra vez al comienzo de nuestras reflexiones.

3. Las familias patchwork

Cuando se leen los manifiestos feministas, se podría concluir lisa y llanamente que el feminismo radical destruye la familia. ¡Ese es su objetivo declarado! Sin embargo, las cosas no son tan simples como parecen. También hay que matizar esta afirmación.
Si miramos a nuestro alrededor, podemos comprobar que la vida familiar existe. Por ejemplo, tres cuartos de los europeos pasan sus vacaciones en familia, incluso con frecuencia, varias generaciones juntas, en las combinaciones más variadas. Al observar los campings y otros lugares de vacaciones, esto queda muy claro. Pese a todas las advertencias de Simone de Beauvoir y de Alice Schwarzer, pese al deseo creciente de hacer carrera y de ganar dinero, vemos, en todas partes, como las parejas forman una familia y traen niños al mundo. A pesar que, según dicen, para “autorrealizarse”, es más fácil permanecer solo, la mayoría de las personas insisten en reunirse alrededor de una familia.
Incluso, conocidas feministas han comenzado a alabar a la familia. La argentina Ester Vilar, señala que, si existiera completa igualdad, la mujer saldría por la noche, menos que el hombre. Esto no le parece nada mal, pues “que una persona sea mucho más feliz tomándose una cerveza en un bar lleno de humo que velando el sueño de su hijo pequeño en un hogar tranquilo, aún está por demostrar” [67]. Y Christiane Collange, una de las más connotadas feministas francesas sorprende al decir: “Me dan pena las mujeres que no saben la tranquilidad que da quedarse una tarde en la casa, sin hacer nada y disfrutando a su hijo. No hay ninguna otra sociedad que nos brinde tanta alegría de vivir, como la familia” [68].
La feminista de Berlín Barbara Sichtermann opina que la mujer no debe continuar orientándose de acuerdo al varón, como ha sido hasta ahora la política de la emancipación, que ha puesto al varón como ideal. Sin embargo, iguales derechos para ambos sexos es algo tan indispensable como insuficiente. “La posición del varón en la sociedad sólo puede... ser, dentro de ciertos límites, un modelo para el sexo femenino; primero, porque el mundo de los hombres, tal como funciona -o como no funciona- deja mucho que desear; segundo, porque las mujeres emancipadas no son semi-varones, ni quieren serlo” [69].
Es interesante que Sichtermann ponga de relieve la disposición de las mujeres de estar-ahí-para-otros. Señala que se trata de “una virtud clásica femenina”, cuyo exceso debe evitarse; pero “cuya esencia debe ser guardada y propagada” [70].
Sichtermann exige que “el cuidar de otros”, sea apreciada en todo su valor, precisamente cuando no es remunerado. “Nuestra civilización ha creado un clima ético en el que todo el que hace algo gratis, es considerado un tonto. Aún así, sería errado suponer que el respeto por la víctima se ha extinguido completamente. Sólo que carece de un lenguaje... Todo esto es un problema cultural y psicológico social, que sólo puede ser resuelto donde ha comenzado: no mediante transformaciones del mercado laboral, ni del estado, sino en las relaciones interpersonales, que se sustraen, tanto a las reglas que rigen el mercado, como a las que rigen el estado” [71].
El trabajo doméstico es uno de los campos en que ese ser-para-otros, esa preocupación por las necesidades inmediatas, tiene mayor relevancia. Sichtermann no se refiere a su efecto “limitante”, “opresivo” o “enfermante”, sino que lo presenta como una alternativa frente a la vida profesional agotadora y programada. Se trata de un ámbito que se puede organizar como una quiera, señala -junto con los tradicionales defensores de la familia- aquí se puede ser, simplemente un ser humano [72]. Después de todo, todo ser humano anhela tener una “vida personal no económica”, una vida privada. Este deseo se puede reprimir temporalmente, pero nunca se extingue por completo. Por lo demás, las mujeres han adquirido suficiente experiencia fuera del hogar, como para poder admitir, con sinceridad, que la exclusiva vida profesional no aporta, por sí solo, la felicidad. “Las dueñas de casa hacen muy bien cuando se niegan a acudir a la fábrica; ciertamente lo pagan con su dependencia del marido, pero ésta es siempre mejor que la dependencia de un jefe” [73].
Puede ser -continúa Sichtermann en tono provocativo- que las mujeres dependan del sueldo de su marido. Pero, por otra parte, los hombres dependen de sus mujeres, en un sentido mucho más profundo, precisamente, porque todo ser humano necesita un hogar, cuya creación se le ha asignado, durante siglos, a la mujer [74]. La protección de ese hogar debe ser tomada en cuenta por la política feminista, tanto como “el deseo, igualmente fuerte en ambos sexos, de reconocimiento profesional” [75].
Hasta aquí el debate sobre la emancipación. Hoy en día, en amplios sectores de la sociedad, no solamente se habla de una “nueva maternidad”, sino también una vida familiar agradable, seguridad y apoyo moral. Sin embargo, esa familia que anhela el movimiento feminista, nada tiene que ver con la tradición. Comúnmente, es denominada “familia-patchwork” o “familia de remiendos, de parches”, la imagen de una colcha hecha de trozos de telas muy diversas, es el ejemplo perfecto de esta nueva comunidad de personas, en que se reúnen padres e hijos de familias anteriores. Cuando una familia ya “no funciona más”, se va cada uno por su lado, los padres se separan, se llevan a algunos hijos consigo e intentan con otra pareja, un nuevo patchwork. Los remiendos se pueden separar y coser nuevamente, en un modelo diferente, cuando y como se desee.
Nos referimos a un tema muy doloroso y que, por tanto, no se puede tratar superficialmente. Cada uno conoce muchos casos parecidos. Todos sabemos cuánta penuria -de la que se prefiere no hablar-, cuánto sufrimiento se oculta en una situación como la descrita. ¿Quién puede dejar al padre o a la madre de sus hijos, después de años de vida en común, sin experimentar una ruptura en su vida, sin sentirse fracasado, sin dudas, ni remordimientos? Es bien sabido que quienes más sufren son los hijos. Hay que pensar en qué conflicto permanente se encuentran, cuando tienen que elegir entre sus padres “biológicos” y los “escogidos”. Hace poco, me contó una conocida mía: “Mi hijo vive con su tercera mujer. Hasta ahora, todas sus relaciones sólo han durado unos cuantos años. De su primera señora, tiene sólo una hija pequeña. La segunda trajo dos niños al matrimonio, de los cuales, él se preocupó como un verdadero padre. A veces, tenía la sensación de que mi hijo los quería más que a su propia hija. Mis dos nietas políticas estaban muy tristes cuando mi hijo y mi nuera se separaron. El ya tiene una guagua de su actual polola y quieren casarse pronto. Esto significa que pronto tendré tres nueras y un solo hijo”.
No nos corresponde juzgar a nadie. Nadie tiene derecho a hacerlo y, como espectador, se puede ser muy duro y caer, fácilmente en la altanería. Únicamente, queremos conocer el motivo del cambio de valores, que se viene observando en las últimas décadas. ¿No es cierto que el feminismo radical ha jugado un papel decisivo en la destrucción de la familia burguesa y tradicional? Yo diría que sí. Este ha sido uno de sus objetivos declarados y lo ha logrado en amplios sectores de la sociedad. Por una parte, ha llevado la lucha de clases a la relación entre el hombre y la mujer; por otra parte, ha creado un nuevo concepto de familia abierta y ha tildado al “antiguo” como ridículo. En una ley finesa, se define la familia como “el grupo de personas que utiliza el mismo refrigerador” [76]. El desprecio por todas las formas tradicionales de vida queda de manifiesto en un informe de Christiane Collange: “¿La familia unida, en armonía, sin divorcios, ni separaciones, de la se nos habla continuamente para que nos avergoncemos de nuestra vida sin ataduras? ¿Cuánta frustración y fracaso se esconde detrás de la respetable fachada? ¡Cuánta mentira y traición en nombre de la indisolubilidad del matrimonio! No añoro la época de los padres (hombres) 'estrictos pero justos', ni los de las mujeres de mirada triste. Prefiero los padres (hombres) de hoy, que no son ni tan gallinas, como se piensa, ni tan gallitos como antes. También me gustan nuestras supermadres, que siempre tienen prisa, pero se sienten bien en su piel. Prefiero los jeans de fines de siglo, que el cuello de encaje de sus comienzos” [77]. ¡Por cierto, yo también los prefiero!Es evidente que no se trata de volver a la familia burguesa. Esto sería hacer muy poco y no respondería a las inquietudes de nuestros contemporáneos. ¡No se puede responder a los desafíos actuales con provincianismo! Hemos de demostrar que es mucho más atractivo que un hombre y una mujer se amen y sean un apoyo el uno para el otro, a que se combatan e intenten vencer al otro. Asimismo, hemos de mostrar que el matrimonio, como comunión indisoluble, es la mejor garantía para la felicidad de una familia.

4. Aceptarse a uno mismo

No es posible vivir coherentemente dejándose llevar por todo lo que nos rodea, lo que se nos exige y lo que se nos ofrece. En esta tensión en que vivimos, entre valores, valores aparentes y contravalores, resulta fácil perder la orientación. Por ello, necesitamos guardar una distancia reflexiva, para descubrir una dimensión más profunda de la vida, y tener la valentía de contradecir el espíritu de nuestra época.
Tal vez la falta de aceptación propia sea el problema principal del feminismo, también en su modalidad de la nueva maternidad. Porque si yo me acepto a mí misma, también debo aceptar mis limitaciones, debilidades y los errores que cometo. En lo que concierne a la ideología de la igualdad, esto es aún más claro. El querer-ser-como-el-hombre ha conducido a muchas mujeres a grandes tensiones y a la frustración, incluso hasta a enfermar psíquicamente, pues sólo puede tener una personalidad equilibrada, quien vive en paz con su propio cuerpo.
La propia liberación de la mujer no puede reducirse a una mera equiparación con el hombre. Tenemos que aspirar a algo mucho más valioso y beneficioso; pero también más arduo: la aceptación de la mujer en su propia manera de ser, en su ser mujer, único e irrepetible. La finalidad de la emancipación es sustraerse a la manipulación, no convertirse en un producto, sino ser un original. Poco ayuda entender la emancipación siguiendo los modelos que nos presenta la literatura feminista; pero, sin la disposición a enfrentarse consigo misma; o interpretando las propias debilidades como represión. Precisamente, la resistencia a tales tendencias garantiza la propia libertad. La verdadera promoción de la mujer no la libera de su propia identidad de su propio ser, sino que la conduce a él.
¿Qué significa ser “hombre” o ser “mujer”? ¿En qué se diferencian los dos sexos? En la historia de la humanidad, no se han planteado sobre esta materia sólo ideas sensatas y constructivas. Actualmente, es frecuente burlarse de los hombres, atribuyéndoles características, que no son más que prejuicios superficiales. Otras veces -con bastante más frecuencia-, son las mujeres a quienes se les atribuye ciertos clichés y se humilla, en la teoría y en la práctica. La verdad es que cada sexo tiene rasgos que le caracterizan; cada uno es superior al otro, en un determinado ámbito. Naturalmente, el hombre y la mujer no se diferencian en el grado de sus cualidades intelectuales o morales; pero, sí, en un aspecto ontológico elemental, como es la posibilidad de ser padre o madre y en aquellas capacidades que de ello se derivan. Es sorprendente que un hecho tan simple como éste, haya causado tantos extravíos y confusiones.

5. La maternidad como regalo

Cada nuevo ser humano es confiado a la mujer antes que al hombre, para que ella -primero dentro de sí- lo acoja, lo proteja y alimente. Sólo desde una perspectiva muy superficial y en la cual se ha perdido el sentido de lo esencial, se puede sostener que la maternidad disminuye o perjudica a la mujer, que, como madre, la mujer es inferior o tiene desventajas.
No por eso, la mujer debe quedar “encerrada en la casa”, “condenada a un trabajo de esclavos”, aunque algunos grupos feministas lo dan por demostrado. Es cierto que a bastantes mujeres, el nacimiento de un hijo les supone una carga, en parte por la poca comprensión de los demás y, en parte, debido a estructuras sociales injustas. Sin embargo, estas últimas no son circunstancias que necesariamente acompañen la maternidad. No pueden ser motivo para negar la vida a un nuevo ser humano, sino que las estructuras injustas deben desaparecer. Este es, en todas las sociedades, uno de los desafíos más urgentes.
Cuando una mujer acepta ser madre, dependiendo de las circunstancias familiares y de su situación personal, puede incluso ser su deber, colaborar en la sociedad también a través de su labor profesional y que su casa esté abierta a muchas otras personas. Evidentemente, la primera y principal ocupación y preocupación de los padres es el bienestar de la propia familia.
La maternidad no puede ser reducida a su aspecto físico. En un sentido espiritual, todas las mujeres están llamadas, de alguna manera, a ser madres. ¿Qué es sino salir del anonimato, escuchar abiertamente a los demás y compartir sus deseos y preocupaciones? Esta maternidad espiritual, tiene muy poco que ver con la idea protectora, sensiblera y blandengue, que tanto alaba un sector del feminismo radical. La maternidad espiritual difiere con mucho de aquella visión biológico-materialista. Al contrario, caracteriza una capacidad especial de amar que tiene la mujer, que consiste en descubrir y fomentar lo individual en la masa [78]. La maternidad espiritual no sólo expresa cualidades del corazón, sino también del entendimiento y no sólo exige una constitución natural, sino también formación.. Se refiere a la mujer dotada de espíritu, y no a aquella caricatura que, en el fondo, sólo gira alrededor de las propias necesidades corporales.
A una sencilla, normalmente no le cuesta acercarse a los demás. Su sentido de lo concreto, de la realidad y su sensibilidad ante las necesidades de los demás, le pueden ser de gran utilidad. Tiene un gran talento para la solidaridad y la amistad. ¿Por qué ha de negar estas cualidades, en vez de ser agradecida y hacer así la vida más amable y agradable?. Edith Stein da qué pensar, al escribir: “Cuando alguien se da cuenta de que, en su lugar de trabajo -allí donde cada uno se encuentra en peligro de convertirse en una máquina-, se espera de él cooperación y disponibilidad, conservará algo vivo en su corazón, o despertará a algo que, de otra forma, se atrofiaría” [79].

6. El matrimonio como vocación

El hombre y la mujer se complementan entre sí y tienen mucho que darse recíprocamente. Espiritual e intelectualmente, un hombre nunca puede ser “complementado” por otro hombre en la medida en que lo es con la mujer y lo mismo ocurre en el caso de la mujer.
Todo matrimonio pasa por momentos duros. Se experimenta monotonía, la trivialidad de lo cotidiano, el descontento y la insatisfacción profesional; se ve cómo los planes se estropean y que los hijos son muy distintos a como se los deseaba. Y, con los años, se tiene, no rara vez, la sensación de que se es deudor de muchas deudas impagas.
Cuanto más se pone en tela de juicio la imagen clásica de la mujer, más fácil resulta que surjan conflictos del tipo ¿quién tiene que lavar los platos? ¿quién debe limpiar? ¿quién va de compras?, en fin. Tan necesario es pensar quién hará el trabajo de la casa, como absurdo es estar siempre discutiendo por ello.
Creo que para cada hombre y para cada mujer, más que cada tarea particular, son más importantes su buena disposición hacia la familia, un amor sincero entre ellos y hacia sus hijos, que siempre se manifiesta de modo diverso e individual; pero siempre con la disponibilidad de querer llevar en común las preocupaciones del hogar. Es un callejón sin salida pensar que hombre y mujer, padres e hijos deban “emanciparse” unos de otros. Sería mucho mejor que juntos redescubrieran la belleza de estar ahí para los otros, libremente y por amor. Entonces, ya no se piensa que los propios derechos vayan a salir perjudicados, ni tampoco se exige de los demás lo que uno mismo no quiere dar.
Cuando un hombre y una mujer están dispuestos a sacrificarse por su matrimonio y por su familia, es cuando el amor madura. Esta madurez del amor puede conllevar situaciones muy diversas e incluso contradictorias. Para una mujer puede ser un sacrificio quedarse en la casa, por sus hijos, sin trabajar fuera; para otra, puede ser heroico conjugar el trabajo dentro y fuera de casa, por el bien de su familia. No hay recetas fijas que indiquen cómo ha de ser la vida diaria en cada familia concreta, así como tampoco es adecuado juzgar desde fuera cada situación concreta.
Las posibilidades de cada uno son muy distintas: lo que a una persona le resulta muy sencillo, a otra le supera. También las necesidades de los hijos son diferentes, uno sólo puede requerir más energías de los padres que varios juntos. Como dice I. F. Görres, el matrimonio “ya no es más patria y puerto”, sino que llega a ser una verdadera aventura, cuando se lo vive en su profunda dimensión espiritual. [80]
El matrimonio se vive como una comunión corporal, psíquica y espiritual del ser humano; y en todos los planos, significa, para los cónyuges, una unión entrañable [81]. Por ello, está abierto a nuevas vidas, pues el otro es aceptado en la totalidad de su persona, esto es, también en su fertilidad y en su posible paternidad o maternidad. Sin embargo, si la unión sexual se entendiera únicamente como la procreación de descendientes, se utilizaría y denigraría al cónyuge como un simple medio, se abusaría de él. Asimismo, frecuentemente, se olvida que, si se considera a la pareja tan sólo como objeto de placer, también se la convierte en un objeto. Si en el amor matrimonial se encuentran integrados, tanto el deseo de tener hijos, como la búsqueda de la unión sexual, se puede considerar que la relación entre los cónyuges ha sido lograda. Precisamente, con la aceptación de nuevas personas, que amplían la familia, la comunión de los cónyuges es confirmada y afirmada.
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[1] Cfr. G. Völker y K. von Welck (editores), Die Braut II. Zur Rolle der Frau im Kulturvergleich, Colonia, 1985, pp. 536 - 545.[2] Cfr. Völker y von Welck, ob. cit., pp. 224 - 231. [3] Cfr. E. Ennen, Frauen im Mittelalter, 4a. edición, München, 1991. [4] Cfr. K. Bieber, Simone de Beauvoir, Bonn, 1979, p. 80.[5] Cfr. C. Wagner, Simone de Beauvoir Wegs zun Feminismus, Rheinfelden, 1984, pp. 1 y 89.[6] S. de Beauvoir, Das andere Geschlecht. Sitte und Sexus der Frau, Hamburgo, 1951, p. 21.[7] Beauvoir, ob. cit., p. 49. [8] J. P: Sarte, Ist der Existentialismus ein Humanismus?, Zürich, 1974, p. 14.[9] Sartre, ob. cit., p. 14. [10] La confesión de ser atea en: cfr. Beauvoir, Die Zeremonie des Abschieds und Gespräche mit Jean Paul Sartre. August - September 1974, Reinbek, 1983, p. 565 y sgtes. [11] Cfr. ver C. Zehl Romero, Simone de Beauvoir in Selbstzeugnissen und Bilddokumenten, Reinbek, 1978, pp. 120 - 127.[12] Beauvoir, Das andere... cit., p. 49. [13] Beauvoir, Das andere... cit., p. 21.[14] Cfr. Beauvoir, Das andere... cit., p. 73.[15] Cfr. Beauvoir, Das andere... cit., p. 75.[16] Beauvoir, Das andere... cit., p. 684.[17] Cfr. Beauvoir, Das andere... cit., p. 455.[18] Beauvoir, Das andere... cit., p. 71.[19] Beauvoir, Das andere... cit., p. 719.[20] Beauvoir, Das andere... cit., p. 165 y sgte.[21] Cfr. Beauvoir, Das andere... cit., p. 258.[22] Beauvoir, Das andere... cit., p. 285.[23] S. de Beauvoir, Alles in Allem, Reinbek, 1974, p. 455.[24] Beauvoir, Das andere... cit., p. 722.[25] Beauvoir, Das andere... cit., p. 724.[26] Cfr. S. de Beauvoir, Über den Kampf für die Befreiung der Frau, Interview von Alice Schwarzer, Kursbuch 35, 1974, p. 62.[27] Beauvoir, Das andere... cit., p. 461. [28] Beauvoir, Das andere... cit., p. 721.[29] Beauvoir, Das andere... cit., p. 751.[30] Beauvoir, Das andere... cit., p. 718.[31] Beauvoir, Das andere... cit., p. 751. [32] Cfr. Beauvoir, Das andere... cit., p. 502 y 717.[33] Una resumida exposición de esta ética, también llamada "nueva moral", se encuentra en K. Lüthi, Gottes neue Eva, Stuttgart - Berlín, 1978, pp. 67 - 126. Ver también la feminsta Elisabeth Badinter, Die Mutterliebe. Geschichte eines Gefühls vom 17. Jh. bis heute, München, 1981, p. 267: "De la contradicción entre los deseos de las mujeres y los valores dominantes sólo pueden surgir nuevos modos de actuar que posiblemente transformarán la sociedad mucho más profundamente que todo cambio económico que sea de esperar".[34] Cfr. p. ejm. Beauvoir, Das andere... cit., p. 209; cfr. pp. 500, 697 y 721.[35] Cfr. Beauvoir, Das andere... cit., p.689.[36] Cfr. p. ejm. Beauvoir, Das andere... cit., p. 504.[37] Cfr. Beauvoir, Das andere... cit., p.70.[38] Beauvoir, Das andere... cit., p.70.[39] S. de Beauvoir, entrevista con Alice Schwarzer en: Der Spiegel 15, 1976, p. 195; cfr. también Beauvoir, Über den Kampf... cit., p. 463. [40] Beauvoir, Über den Kampf... cit., p. 463.[41] Beauvoir, Das andere... cit., p. 697.[42] Cfr. Beauvoir, Das andere... cit., p. 409 y sgtes.[43] Cfr. S. de Beauvoir, Ein sanfter Tod, Hamburgo, 1965, pp. 63 y sgte; Das Alter, Reinbek, 1972, p. 383; Alles... cit., p. 105.[44] Años más tarde, Beauvoir insiste en que la liberación de la mujer empiece por la emancipación económica, cfr. Beauvoir, Über den Kampf... cit., pp. 65 y 66.[45] Beauvoir, Das andere... cit., p. 679 y Über den Kampf.. cit., p. 462.[46] B. Friedan, The feminin Mystique, 1963. Der Weiblichkeitswann, Hamburgo, 1966.[47] Friedan, ob. cit., p. 33.[48] Friedan, ob. cit., p. 52.[49] K. Millet, Sexual Politics, 1969. Sexus und Herrschaft. Die Tyrannei des Mannes in unserer Gesellschaft, München, 1971.[50] Cfr. S. Firestone, The Dialectic Sex, 1970; en alemán: Frauenbefreiung und sexuelle Revolution, Frankfurt a. M., 1976, p. 41; cfr. también Beauvoir, Über den Kampf... cit., p. 463. [51] Firestone, ob. cit., p. 191.[52] Firestone, ob. cit., p. 191.[53] Ver A. Schwarzer, Frauen gegen den § 218, 2, Frankfurt a. M., 1971.[54] A. Schwarzer, Der kleine Unterschied und seine großen Folgen, Frankfurt a. M., 1975. [55] Cfr. A. Schwarzer (editora), Simone de Beauvoir heute, Reinbek, 1983, pp. 9, 14 y 96.[56] Cfr. Schwarzer, Der kleine Unterschied... cit., pp. 206 y sgte.[57] Cfr. Schwarzer, Der kleine Unterschied... cit., pp. 208 y sgte.[58] Cfr. Schwarzer, Der kleine Unterschied... cit., pp. 200.[59] Cfr. revista Emma, septiembre de 1978.[60] Cfr. Schwarzer (editora), Frauenarbeit-Frauenbefreiung, Frankfurt a. M., 1973, p. 27.[61] Cfr. M. Daly, Gyn/Ecology; en alemán, Gyn/Ökologie, München, 1982.[62] Cfr. R. Garaudy, Der letzte Ausweg. Feminisierung der Gesellschaft. [63] El hecho de que la actitud frente a la maternidad divide al movimiento feminista, se muestra en una conversación entre Simone de Beauvoir y Betty Friedan. Esta última señala: "Now, I think we do disagree. I think that maternity is more than a myth, although there has been a kind of false sancity attached to it". Cfr. Sex, Society and the Female Dilemma. A Dialog between Simone de Beauvoir an Betty Friedan, en: Saturday Review (14 de junio de 1975), p. 20.[64] B. Sichtermann, Weiblichkeit. Zur Politik des Privaten, Berlín, 1983, p. 27. Cfr. también p. 32. [65] Cfr. L. Caldecott und S. Leland (editores), Reclaim the Earth, Londres, 1983, p. 1.[66] Cfr. p. ejm. L. Segal, Ist die Zukunft weiblich?, Frankfurt a. M., 1989.[67] E. Vilar, Das Ende der Dressur, München, 1977, p. 194. [68] C. Collange, citada en E. Motschmann, Offen gefragt, offen geantwortet, Berlín, 1988, p. 70. [69] B. Sichtermann, FrauenArbeit, Über wechselnde Tätigkeiten und die Ökonomie der Emanzipation, Berlín, 1987, p. 50.[70] B. Sichtermann, ob. cit., p. 9.[71] B. Sichtermann, ob. cit., p. 57 y siguiente.[72] Cfr. B. Sichtermann, ob. cit., p. 22.[73] B. Sichtermann, ob. cit., p. 13.[74] B. Sichtermann, ob. cit., p. 57.[75] B. Sichtermann, ob. cit., p. 54.[76] Cfr. F. Geinoz, Wenn die Bevölkerungsfrage Familienwerte erstickt, en Familie und Erziehung 16 (1994), n° 3, p. 4. [77] C. Collange, Die Wunschfamilie, Düsseldorf-Viena, 1993, p. 226. [78] Cfr. sobre este punto J. Angst y C. Ernst, Geschlechtsunterschiede in der Psychiatrie, en: Weibliche Identität im Wandel. Vorträge im Wintersemester 1989/90, Heidelberg, 1990, pp. 69 - 84.[79] Edith Stein, Die Frau, Ihre Aufgabe nach Natur und Gnade, Friburgo, 1959, p. 8.[80] Cfr. I. F. Görres, ob. cit., pp. 413 y sgte. [81] Cfr. N. y R: Martin, Johannes Paul II: Die Familie. Zukunft der Menschheit, Vallendar, 1985, p. 324.
HUMANITAS No.7

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